Acá les subo uno de mis monólogos, actuado hace un tiempo en la sala de El Núcleo, en La Plata city. ¡Espero que les guste!
Tragos para atragantarse
Lo miro, me mira, nos miramos. Yo me animo a
hablarle, baja la vista y le dice algo a su compañero. ¿Se habrá dado cuenta? Me
parece que sí, se está riendo, el compañero también. Lo miro, me mira, nos
miramos. Le hablo nuevamente, no me contesta y se ríe. Ya se debe haber dado
cuenta. Ahora me enojé, no puede hacerme eso en mi propia cara. Aprovecho la
situación y le grito: “con hielo”. Se da vuelta, se ríe con su compañero y como
a los veinte minutos me da un vaso y me aturde diciéndome:
- Son veinticinco pesos
-
¿Veinticinco pesos?,
le pregunto casi con indignación.
-
Sí, es importado.
-
Ah, entonces sí, le
contesto como si entendiera de lo que se trata.
Le doy el ticket que me entregaron a la entrada y me
explica que solamente es para cerveza, gaseosa o fernet. No quiero ninguno de
esos ¿lo habré perdido? ¿puedo tomar un fernet después aunque no quiera? ¿se lo
puedo vender a alguien y comprarme otro “sex
on the beach”? ¿dónde estará ese hijo de puta en este momento?
Me voy con mi vaso hacia un rincón y me llama el
barman, me pregunto: ¿y éste qué querrá ahora? Ya le pagué los veinticinco
pesos. Me acerco y me dice:
- Tenés que tomarlo en
la barra, como dando por sobreentendido que era así: ¡por favor! ¿Desde cuándo
rige esa medida?
Le doy un culazo a uno que estaba ahí paveando
revolviendo los hielos de la copa y me hago lugar. Y eso que no le di con los
cuernos, ¡ahí sí que me quedaba toda la barra libre!
Tomo el trago y ya estaba medio aguado, no era “sex on the beach”, creo que era Gancia
con limón on the rocks, con muchos “rocks”. El Gancia me cae mal, así que tomo
un sorbo y corroboro una vez más que es Gancia, era sólo para confirmar. Llamo
al chico que me lo sirvió con claras intenciones de devolverlo. Lo miro, me
mira, nos miramos. Codea al compañero y se ríe. Tiro el estómago sobre el
mostrador para gritarle más de cerca, aprovechando un poco la flexibilidad que
me dio hacer streching. El vaso cae al piso, su contenido se derrama sobre mi
pollera, rueda unos pocos metros, da contra la pared y estalla en mil pedazos.
El barman se me acerca, se ríe y me grita:
- Son diez pesos.
-
¿Por qué diez pesos?,
le grité en respuesta.
-
Por el vaso.
Saqué de mi cartera los diez pesos que tenía para
volverme a casa en taxi. Le pagué la deuda, me incorporé y me retiré del lugar.
Un lugar adonde fui a tomar un trago ¿podía ser tan
difícil pedir un “sex on the beach”?
Pero después de todo ¿para que quería un “sex
on the beach”? Ah, ya se: para olvidarme que no tengo “sex”, sino que lo está teniendo la “bech” con mi marido y seguramente le estará cobrando más de los
treinta y cinco pesos que gasté por revolear un vaso. Tengo una maldita duda:
¿cuánto cobrarán por revolear una botella? Una de estas noches vengo de nuevo y
pregunto.
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